miércoles, 9 de febrero de 2011

Bombón de dulce de leche

"Si tu horóscopo no es tan bueno este año, nos complementamos y hacemos un promedio entre los dos. Así sube el tuyo. ¿Vale eso o es trampa?". 
Quiero una caja llena de bombones como este.

lunes, 7 de febrero de 2011

Atracón de fin de año

Las fiestas me encontraron recién separada del hombre que amé con más pasión en todos estos años. La única palabra que cabe en este contexto es: fragilidad. Como un náufrago buscaba una tabla de salvación. Me cambio y maquillo como si me sintiera feliz, me perfumo y voy al pub más odioso pero concurrido del pueblo.
Como en toda ciudad, muchos hijo pródigos vuelven para las fiestas. Incluido Edu, a quien hacía seis años que no veía. Ni remotamente me quedan sentimientos por él, claramente no volvería, ni siquiera un encuentro sexual tenía en mente. Pero lo vi ahí, parado en la barra, con la cerveza en la mano y me sentí una adolescente tímida, ansiosa y alborotada, como si las hormonas fluyeran en mi como a los quince años. Claramente no eran las hormonas, sino mi desesperada necesidad de sentirme amada, aunque sea un amor en el recuerdo.
Me acerco a él, con la excusa de ir camino al baño, lo saludo como si hubiera sido una casualidad: "Hola Edu, tanto tiempo". Sus hermosos ojos azules me miran por unos segundos eternos sin reconocerme: "Juani! que sorpresa! Estás igual! Olés igual..." Unos segundos después nos despedimos.
Quise sentirme bien...aunque recordaba que había sido él quien me había dicho: "Yo no podría estar de novio con una mujer que esté muy buena".
Quizá hubiera sido mejor que me dijera: "Olés igual, pero te ves mucho más bella".

Chiquito pero amargo


Qué se le puede responder a un novio que te dice a la cara y mirándote a los ojos: "Yo no podría estar de novio con una mujer que esté muy buena".

Tarta agridulce de Edu

Cuando me llamó Edu, después de seis meses sin vernos y tres meses sin hablar, intuí que iba a aprender algo clave sobre los hombres: la mayoría de las veces, cuando finalmente comprenden lo que estaba sucediendo, ya es demasiado tarde.
Me pide de vernos, que le es imperioso hablar conmigo. Edu es una excelente persona, dulce, esmerada, fiel, cuidadosa, pero nunca quiso proyectar conmigo, sumado a que yo era algo así como cuarta o quinta prioridad en su vida, atrás de sus estudios, su padre, su familia y su necesidad de volver al pueblo que lo vio nacer. Luego de tres años de noviazgo y dos de convivencia, nos separamos.
Acepto su pedido, me pasa a buscar y aparcamos en una calle poco transitada del mismo pueblo mencionado (es que ambos somos de ese pueblo, pero por nuestros estudios universitarios vivimos en la gran ciudad de la furia). Yo me siento muy nerviosa, incómoda, como si ya no lo conociera tanto.
Me mira y me dice: Juanita, el motivo de este encuentro es para decirte que te amo, que ya entendí tus planteos, que tenías razón cuando me decías que tenía que priorizar mis necesidades por sobre las necesidades de mi familia. Cuando nos separamos yo no intenté retenerte o convencerte de lo contrario porque pensé que estabas un poco saturada y necesitabas espacio - que poco me había entendido hasta ese momento -.
Pero luego comprendí que yo te había abandonado lentamente y había desacelerado la pasión. Pero ahora puedo prometerte lo que antes no podía, ya puse los límites que me pedías, quiero mi casa con vos, quiero mis hijos con vos”.
Lo miré y pensé: “que pena que te llevó tanto tiempo comprenderlo”.
Yo ya no lo amaba.